Monday, June 24, 2019

Indiferencia o frialdad afectiva



                                                  Foto tomada de Google

Indiferencia o frialdad afectiva

¿Sabía usted que Indiferencia o frialdad afectiva es un trastorno grave de la personalidad?

¿Sabe usted las consecuencias que trae una actitud Indiferente y fría?

Estas y otras dudas van a quedar explicadas en el siguiente trabajo que les propongo.
Pues aprovechando la oportunidad de estar terminando mi Licenciatura en Psicología , donde he podido aprender que algunas personas y situaciones con las cuales tenemos que relacionarnos, piensan, actúan y se desarrollan en diferentes ambientes, o espacios de tal forma que para algunos (que no conocen de psicología, ni de procesos de conocimientos, etc.) ni se dan por enterados de que están relacionándose, apoyando o siguiendo la “ritma” o el “compas de la música”-como suele decirse en nuestra isla- a seres queridos, amigos, colegas de trabajo , vecinos, etc.., que aun cuando no estén diagnosticados por un facultativo, presentan serios problemas de trastornos de la personalidad.

Hoy les traigo un ejemplo de Indiferencia o frialdad afectiva que forma parte de trastornos de la personalidad.

Tal como conocemos el significado de la “Indiferencia o frialdad afectiva”, que es un estado de insensibilidad e inexpresividad emocional. El sujeto muestra una frialdad afectiva en la que no parece experimentar ningún sentimiento, ni manifestar ninguna reacción al medio. Se presenta especialmente en ciertas fases de algunas psicosis afectivas y en la esquizofrenia.

Podemos apreciar en el siguiente artículo de Marian García, Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Sevilla. Máster en Comunicación y Educación en la Red por la UNED. El cual ha sido verificado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González el 2 agosto, 2017, nos muestra con un lenguaje claro, fácil de digerir y comprender las consecuencias de la indiferencia y cómo podemos enfrentar a las personas que se muestran de esa manera.

Estoy seguro de que muchos de los que me están leyendo en estos momentos se ven identificado como víctimas o victimarios de este trastorno de la personalidad.

En el caso de ser víctima (como me ha ocurrido a mí en varias ocasiones con personas dentro de la familia, amigos, colegas y conocidos) acá tenemos una manera fácil para enfrentar esta situación que llega ser incomoda, llega a doler máximo cuando se trata de personas allegadas a tu núcleo más cercano de familia y/o amigos, como exprese anteriormente.

Los que se vean retratados actuando de esa manera, es tiempo para que consulten con un psicólogo, psiquiatra o facultativo autorizado y les ponga tratamientos.
Se trata de vivir todos en armonía, paz, tranquilidad y felicidad, pero para ello debemos todos de ser conscientes en la manera que van nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestras acciones. Un balance emocional es salud mental para todos. Muchas de las situaciones que enfrentamos en el día a día tienen que ver porque estamos lidiando, relacionándonos con personas con serios problemas de trastornos de la personalidad y no somos capaces de identificar esas características y lejos de ayudar a esas personas (que en muchos casos no se arreglan solo con consejos), nos ponemos a su altura y por ende esos rasgos se afianzan cada vez más en su personalidad y conducta a seguir.

Espero que con esté excelente trabajo nos ayude a todos a identificar rasgos de Indiferencia o frialdad afectiva en nuestra personalidad o en la de las personas cercanas (que se me olvido acotar que en ocasiones poseemos las mismas por herencia biológica, en otras ocasiones las adquirimos por el medio ambiente en que cada uno interactúa)

«A veces, la indiferencia y la frialdad hacen más daño que la aversión declarada”.-JK Rowling-

«Lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia. Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferencia. Lo contrario de la fe no es herejía, es la indiferencia. Y lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia entre la vida y la muerte». -Elie Wiesel-

«El peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con indiferencia: esa es la esencia de la inhumanidad». -George Bernard Shaw-

«No duelen tanto las palabras agresivas. Duelen más los silencios prolongados». -Anónimo-

Espero poder ayudarlos, y exhortarlos a ser cada día mejores seres humanos.

Ladagoval
24 de junio del 2019

Las consecuencias de la indiferencia
Por Lic. Marian García

La indiferencia es un estado afectivo neutro. Solemos definir a una persona indiferente como alguien que “ni siente, ni padece”. Es un sentimiento que mantiene al margen a la persona que tiene esta condición. Sin embargo, cuando recibimos un zarpazo de indiferencia de alguien, sus garras nos producen heridas dolorosas.

Pensar en alguien indiferente es atribuirle una serie de adjetivos, que poco o nada tienen que ver con el ideal de una persona virtuosa. La indiferencia está asociada a la insensibilidad, el desapego o la frialdad. Son estas características que se presuponen contrarias a la condición social que tenemos los seres humanos y que provoca que nos relacionemos unos con otros.

Ser indiferente implica que “nada nos importa”. Que no sentimos nada ante una situación o persona, que “todo nos da igual”. Aunque estemos seguros de que esto es así, habría que preguntarse si es posible conseguir aislar nuestras emociones de esta manera. Realmente, cuando nos mostramos indiferentes hacia algo o hacia alguien, lo que hacemos es acercarnos o alejarnos de esa persona o esa circunstancia.

La indiferencia duele

La vida está llena de momentos y circunstancias en la que optar por mostrarnos indiferentes no siempre es lo mejor. Puede importarnos más o menos, pero nunca podemos dejar de sentir. Es un recurso que nos permite elegir unos estímulos para sentirlos o simplemente para apartarlos de nosotros. Por tanto, la indiferencia absoluta, nunca es posible.

Dice la sabiduría popular que aparentar ser indiferentes es la respuesta más dura, aun cuando esperas poco. Está demostrado que cuando hacemos gala de ella, esta actitud es una de las más agresivas y dolorosas que podemos proyectar. Mostrarse indiferente ante alguien implica que estás retirando todos tus sentimientos, que no existe para ti.

¿Hay algo más cruel?

Por esto mismo dicen que lo contrario al amor no es el odio, sino la indiferencia. Porque no hay nada peor que a una persona le des exactamente igual. Que verte feliz o triste sea lo mismo. Esto duele muchísimo si es alguien cercano, una pareja, alguien de la familia, un progenitor… Esta indiferencia rompe nuestras expectativas sobre aquellas personas que pensábamos que estarían ahí. Sin embargo, en lugar en encontrar apoyo, no encontramos nada. Incluso en ocasiones preferimos recibir alguna palabra desagradable porque lo interpretamos como que le seguimos importando a la otra persona. Pero cuando no recibimos ni una señal, sentimos que ya no importamos.

Enfrentarse a la indiferencia

La indiferencia conlleva sufrimiento para quien la siente, genera tensiones a veces insoportables, confusión y puede llegar incluso a afectar a la autoestima. Por eso hay que enfrentarse a ella. El primer paso es intentar un acercamiento gradual a la otra persona para hacerle saber cómo nos afecta su actitud.

Quizá no haya respuesta inmediata, pero conviene tener paciencia, no es bueno cerrarse. A veces un periodo de reflexión lleva a la otra persona a dar ese paso esperado. O tal vez se pueda buscar a alguien que ejerza el papel de mediador. Sin embargo, en ocasiones puede que no consigamos el acercamiento que buscamos. En ese caso lo mejor es aceptar lo que está ocurriendo. La obsesión con la indiferencia de alguien puede llevarnos a pasar por momentos muy desagradables.

Impermanencia

Cuando aceptamos la indiferencia, hemos de comenzar a mirar al horizonte con la idea de que no siempre importaremos a otros como nos gustaría. Aunque sea un proceso doloroso, pensar en ello nos ayudará a saber que nuestra felicidad no puede depender de una sola persona. Si deciden mostrarse indiferentes con nosotros, obligar a que nos hagan caso no es la mejor de las opciones. Mejor aprender a dejar ir.
Cuando se llega a la conclusión de que la otra persona no tiene intención alguna de cambiar su conducta, lo mejor es poner distancia. Siempre se puede encontrar a otras personas que sí nos valoren y en los que apoyarnos. De esta forma, habremos comprendido el concepto budista de impermanencia, esto es, todo cambia: quien hoy es tu amigo, mañana puede dejar de serlo. Si integramos esto en nuestra práctica diaria, nos será más fácil vivir la indiferencia de otra persona.

Un medio de protección

Pero no siempre la indiferencia es negativa. También es un mecanismo de defensa, y a él nos agarramos para no sufrir continuas decepciones ante las vicisitudes de la vida. “Mantenernos al margen” o “no esperar nada de nada, ni de nadie” es una manera de protegernos. En este caso, la indiferencia consistiría más que en un acto pasivo, en el acto activo de aceptar todo aquello que pueda pasar. Estar abierto a un mundo de posibilidades y aceptar que pueda ocurrir un suceso como otro.

Si no tuviéramos la capacidad de recurrir a la neutralidad, si tuviéramos que dar una respuesta negativa o positiva a cada estímulo que recibimos, terminaríamos agotados. Por ello, la clave es no esperar nada, de esta forma, al abrirnos a todas las posibilidades, todo es bienvenido. Si es positivo, perfecto; si es negativo, lo mejor que podemos hacer es convertirlo en un aprendizaje.

Nota: Este artículo ha sido verificado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González el 2 agosto, 2017