¡Felicidades,
mamá!
Se acerca el próximo domingo 12 de mayo
Día de las Madres.
Aprovecho está oportunidad para
dedicarte mi hermosa mamá esté magistral poema de nuestro Apóstol José Martí a
su madre.
Te deseo todo lo mejor de este mundo,
eres súper especial, aparte de ser una hermosa mamá eres mi gran amiga, mi
confidente, eres ese ser especial que jamás se detuvo ante las dificultades y
nos trajiste a esta vida, nos entregaste todo lo que estuvo a tú alcance y
brindaste lo mejor de ti, hoy somos el resultado de esa educación que recibimos
de ti y de nuestro querido y adorado padre que se encuentra en el mundo de la
verdad.
Que Dios te colme de muchas
bendiciones de salud, paz, tranquilidad, prosperidad y felicidad.
Te amooo mucho mi bella mamita.
Tú hijo Daniel.
Poema
de José Martí
Poesías
Dispersas-1868-1898
¡MADRE
MIA!
Mi
madre: el débil resplandor te baña
De
esta mísera luz con que me alumbro,
Y
aquí desde mi lecho
Te
miro, y no me extraña -
Si
tú vives en mí - que venga estrecho
A
mi gigante corazón mi pecho.
El
sueño esquiva ya los ojos míos,
Porque
fueran, si al sueño se cerraran,
Ojos
sin luz de Dios, ojos impíos.
¡Te
miro ¡oh, madre! y en la vida creo!
¿Cómo
cerrar al plácido descanso
¿Los
agitados ojos, si te veo?
Se
me llenan de lágrimas. ¿Es cierto
¿Que
vivo aún como los otros viven?
¿Que
al placer de la vida no me he muerto?
Lloro,
¡oh, mi santa madre! ¡Yo creía
¡Que
por nada en el mundo lloraría!
Los
goces de la tierra despreciaban,
Y
lenta, lentamente me moría.
Yo
no pensaba en ti: yo me olvidaba
De
que eras sola tú la vida mía.
Tú
estás aquí: la sombra de tu imagen,
Cuando
reposo, baña mi cabeza.
¡No
más, no más tu santo amor ultrajen
¡Pensamientos
de bárbara fiereza!
Una
vida acabó: ¡mi vida empieza!
La
luz alumbra ahora
Tus
ojos, y me miras.
¡Cuán
dulcemente me hablas! Me parece
Que
todo ríe plácido a mi lado;
Y
es que mi alma, si me miras, crece,
¡Y
no hay nada después que me has mirado!
Huya
el sueño de mí. ¡Cuán poco extraño
¡Las
horas estas que al descanso robo!
¡Oh!
¡Si siento la muerte,
Es
porque, muerto ya, ¡no podré verte!
Ya
vienen a través de mi ventana
Vislumbres
de la luz de la mañana.
No
trinan como allá los pajarillos,
Ni
aroman como allá las frescas flores,
Ni
escucho aquel cantar de los sencillos
Cubanos
y felices labradores.
Ni
hay aquel cielo azul que me enamora,
Ni
verdor en los árboles, ni brisa,
Ni
nada del edén que mi alma llora
Y
que quiero arrancar de tu sonrisa.
Aquí
no hay más que pavoroso duelo
En
todo aquello que en mi patria ríe,
Negruzcas
nubes en el pardo cielo,
Y
en todas partes, el eterno hielo,
¡Sin
un rayo de sol con que te envíe
¡La
expresión inefable de mi anhelo!
Pero
no temas, madre, que no tengo
En
mí esta nieve yo. Si la tuviera,
Una
mirada de tus dulces ojos
Como
un rayo de sol la deshiciera.
¿Nieve
viviendo tú? Pedirme fuera
Que
en tu amor no creyese, ¡oh madre mía!
Y
si en él no creyera,
La
serie de las vidas viviría,
Y
como alma perdida vagaría,
Y
eterno loco en los espacios fuera.
¡Ámame,
ámame siempre, madre mía!
30
de diciembre de 1871